viernes, 18 de enero de 2008

Se repetirá el Super Bowl XXXI



Es increíble la manera en que el destino va entretejiendo historias o, dirán los creyentes, las misteriosas formas en que actúa Dios, pero lo cierto es que a veces suceden cosas extraordinarias, que en algún momento parecían sencillamente inimaginables. ¿O alguien se hubiera atrevido a pronosticar al inicio de esta temporada que los Empacadores de Green Bay y los Patriotas de Nueva Inglaterra volverían a encontrarse en un Super Bowl, como hace 11 años?
De acuerdo, todavía tienen que ganar sus partidos de mañana, pero bajo condiciones “normales”, todo indica que deberán encontrarse el próximo 3 de febrero en Phoenix, Arizona, para disputarse el trofeo Vince Lombardi, tal y como lo hicieron el 26 de enero de 1997, en Nueva Orleáns, Louisiana.
He aquí las razones por las que ya me estoy saboreando la reedición del Súper Tazón XXXI.

NY Gigantes en Green Bay
No voy a subestimar las nueve victorias en fila de los Gigantes de Nueva York como visitantes ni el gran momento de su quarterback, Eli Manning, quien no ha lanzado ni una intercepción en estos playoffs, pero los Empacadores poseen foja de 15-2 como locales en la postemporada por una muy sencilla razón: pocos pueden superarlos en condiciones climáticas tan extremas como las que reinan a estas alturas del año en esa pintoresca ciudad de Wisconsin.
Basta decir que Brett Favre, el legendario quarterback de los Packers, tiene marca de 43-5 en el Lambeau Field, cuando la temperatura es de un grado centígrado o menor; en cambio, el menor de los Manning, que jamás ha jugado en un clima semejante, se vio muy mal el pasado 23 de diciembre, en Buffalo, cuando lanzó dos intercepciones y soltó el balón cinco veces, de las cuales lo perdió en dos, debido a que el termómetro marcaba 11 grados celsius y había viento y lluvia, pero no una nevada como la de hace una semana en Green Bay.
Además, está claro que los Packers quieren que este año histórico de Favre, en el que ha impuesto casi todas las marcas posibles para un quarterback, culmine con una oportunidad de ganar el trofeo Vince Lombardi, por lo que no pienso que vayan a fallarle a su gran líder.

San Diego en Nueva Inglaterra
Cada vez estoy más convencido que una fuerza divina quiere que los Patriotas concluyan la campaña invictos, si no, ayúdenme por favor a comprender toda la buena fortuna que ha acompañado a este conjunto, cuya calidad, por supuesto, es incuestionable.
Todo empezó en Indianápolis, el pasado 4 de noviembre. Sí, era el anticipado duelo entre los últimos invictos, pero los Potros llegaron con varios lesionados y durante el juego perdieron a más titulares, lo que permitió a los Pats remontar una desventaja de 10 puntos en el último cuarto y mantener el paso perfecto.
Luego vino su milagroso escape en Baltimore, el 3 de diciembre anterior, en el que, repito, es el juego más bizarro que he visto en mi vida, gracias al tiempo fuera pedido por el señor Rex Ryan, coordinador defensivo de los Cuervos, cuando ya habían detenido a los Pats en cuarta oportunidad y una yarda por avanzar, con el reloj expirando.
Y ahora, como si un conjunto tan bueno precisara de un hándicap, los Cargadores de San Diego llegan a la final de la Conferencia Americana con sus tres armas principales en la ofensiva (Philip Rivers, LaDainian Tomlinson y Antonio Gates) a un golpe de quedar fuera y, casi seguro, sin su tacle masivo para frenar la carrera, Jamal Williams.
Ya ni caso tiene mencionar que Tom Brady está invicto en los playoffs en el Gillette Stadium, con foja de 7-0, ni que los Pats poseen el mejor porcentaje ganador en Juegos de Campeonato (en la era del Super Bowl) con .833, gracias a sus cinco victorias y sólo una derrota… Sin duda, Nueva Inglaterra avanzará a su cuarto Súper Tazón en siete temporadas.

Espero sus comentarios en www.mrfootballmex.blogspot.com y en los correos rsanchezl@ova.com.mx y ricksan13@yahoo.com. Hasta la próxima.

viernes, 11 de enero de 2008

¿Habrá sorpresas en los Juegos Divisionales?



Uno de los tópicos principales durante esta semana en el mundo de la NFL ha girado en torno a la pregunta que le da titulo a esta columna: ¿habrá sorpresas en los Juegos Divisionales? Y si la respuesta es afirmativa: ¿qué equipos harán la “chica”?
Tras lo que vivimos en la temporada regular, en la que los dos mejores equipos de cada Conferencia, Americana y Nacional, estuvieron muy por arriba del resto, creo que en estos playoffs las sorpresas estaban reservadas para los Juegos de Comodines y, si acaso, la única que queda es la que sostengo respecto a que los Potros de Indianápolis vencerán a los Patriotas de Nueva Inglaterra en la final de la AFC, aunque de eso hablaré a detalle hasta la próxima semana.

Seattle en Green Bay
El inexistente ataque terrestre de los Halcones Marinos es su principal obstáculo para pensar en una sorpresa en Lambeau Field, donde el frío, el viento y la dura defensiva de los Empacadores complicará el accionar de Matt Hasselbeck.
La discusión sobre este juego se ha centrado en el duelo entre la dupla de esquineros de los Packers, Charles Woodson y Al Harris, ante el cuerpo de receptores de Seattle, cumplidor, pero carente de un “playmaker”; sin embargo, creo que los locales ganarán la batalla con su frontal, muy eficiente para presionar a los quarterbacks, encabezada por Kabeer Gbaja-Biamila (10 capturas) y Aaron Kampman (12).
La experiencia es la mejor arma de los Seahawks, empezando por su entrenador en jefe, Mike Holmgren, y aunque no creo que pierdan por los nueve puntos que pronostican las casas de apuestas, sí pienso que hasta aquí llegaron.

Jacksonville en Nueva Inglaterra
En algún momento de la temporada regular mencioné que los Jaguares podían eliminar a los Patriotas, pero después de lo que vi la semana pasada en Pittsburgh me retracto, ya que la inexperiencia de los felinos y, sobre todo, la falta de credibilidad en su quarterback, David Garrard, terminarán por hundirlos.
Creo que Jacksonville se mantendrá en la pelea con su dura defensiva y poderoso juego terrestre, pero una vez que Nueva Inglaterra abra la diferencia en el marcador, con los acostumbrados bombazos de Tom Brady a Randy Moss, Garrard no tiene ni el brazo ni el carácter para conducir a los Jaguares a una remontada.
Pese a todo, al igual que en el desafío anterior, considero que los Patriotas no cubrirán la línea de 13.5 puntos por la que son favoritos en Las Vegas.

San Diego en Indianápolis
Todos los analistas hemos hablado de la victoria de los Cargadores sobre los Potros del pasado 11 de noviembre, pero, a mi gusto, éste es el choque más engañoso del fin de semana y, por lo tanto, el único en el que el marcador tendrá una diferencia mayor a 10 puntos. ¿Por qué? Muy simple.
Ni Peyton Manning volverá a lanzar seis intercepciones –de hecho no sufrirá ni una– ni Darren Sproles devolverá dos patadas para touchdown –no pisará las diagonales– ni Adam Vinatieri fallara otro gol de campo tan corto (29 yardas) en caso de que sea el decisivo para la victoria.
Esta vez los Colts están casi completos (la única baja es Dwight Freeney y Marvin Harrison está en duda) y, algo muy importante, jugarán en su domo, donde no hay lluvia ni viento ni frío, por lo que espero una victoria contundente de los campeones defensores, al menos por dos touchdowns de diferencia.

NY Gigantes en Dallas
Este es el partido en el que más colegas apuntan hacia una sorpresa, basados en el estado físico de Terrell Owens, quien intenta recuperarse de un tobillo torcido, pero, sobre todo, porque el quarterback Tony Romo hizo un viaje a México el fin de semana pasado con su novia Jessica Simpson, distracción que ocupó más espacio en los periódicos de Dallas que la lesión de “T.O.”.
Pero si yo fuera aficionado de los Vaqueros, más que esas dos situaciones, que al final del encuentro serán meramente anecdóticas, me preocuparía por la marca de 0-3 en playoffs del entrenador en jefe del equipo, Wade Phillips, quien con todo el talento que tiene a ambos lados del balón y jugando en casa, sencillamente no puede perder este compromiso, ante unos Gigantes que, como buenos gitanos, tras un par de juegazos ya les toca dar uno lamentable.
Me quedo con los Cowboys para imponerse a los neoyorquinos, con base en su buena defensiva, misma que provocará, por lo menos, dos de las clásicas intercepciones alocadas de Eli Manning; sin embargo, creo que los siete puntos y medio que dan en las casas de apuestas son muchos.
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viernes, 4 de enero de 2008

Hoy los visitantes; mañana los locales




Hoy comienzan los playoffs de la temporada 2007-08 NFL con dos de los cuatro partidos de la ronda de comodines, la cual, a diferencia del repechaje de nuestro futbol soccer, no premia la mediocridad, sino que le hace justicia a las escuadras que tuvieron un desempeño brillante en la fase regular, pero que por el infortunio de pertenecer a una División muy competitiva no acceden de manera directa a la postemporada.
Ya sé que los defensores a ultranza de nuestro futbol me van a decir que el América, por ejemplo, no pidió estar en el Grupo II del Apertura 2007, donde Santos y Atlante lo superaron en puntos, razón por la que tuvo que ir a la repesca; sin embargo, su cosecha de unidades (26) no fue mayor a la de ningún líder de sector y apenas superó por dos puntos al segundo lugar del Grupo I, los Pumas de la UNAM.
En cambio, los Jaguares de Jacksonville, que hoy visitan a los Acereros de Pittsburgh, terminaron con foja de 11-5, mejor que el 10-6 de los campeones de la División Norte de la Conferencia Americana (AFC), pero insuficiente para superar a los Potros de Indianápolis, que conquistaron su pelotón, el Sur de la AFC, con registro de 13-3.
Pero como no voy a convencer a los amantes del “juego del hombre” de la diferencia entre una Liga que promueve la competitividad y otra que tolera la mediocridad (y conste que soy más Chiva que el propio Jorge Vergara), me abocaré a lo que me ocupa, que son estos cuatro juegos de comodines.

Washington en Seattle
Lo que está pasando con los Pieles Rojas va mucho más allá de honrar la memoria del acaecido Sean Taylor, él puede ser la fuente de inspiración, pero la realidad es que este equipo está jugando de maravilla en ambos lados del balón.
Los Halcones Marinos se mantendrán en la pelea gracias a su fuerte defensiva, pero a la larga resentirán el no haber enfrentado desde hace mucho tiempo a un conjunto tan duro como los Redskins, que desde hace cuatro semanas luchan por sobrevivir. Me quedo con Washington para dar una mini sorpresa.

Jacksonville en Pittsburgh
Mencioné en el Top Ten de esta semana que los Acereros seguramente aprendieron la lección del pasado 16 de diciembre, cuando los Jaguares les pasaron por encima en su propia su casa; sin embargo, aunque Mike Tomlin y su staff de entrenadores tengan muy claro lo que no deben volver a permitir hoy, no estoy seguro de que cuenten con el personal necesario para evitar otra derrota a manos de los felinos. Veo a tantos jugadores a un golpe de quedar fuera (empezando por Ben Roethlisberger) y tan serias debilidades en la defensiva de los Steelers, que voy con Jacksonville para completar la jornada de visitantes.

NY Gigantes en Tampa Bay
Este es, sin duda, el encuentro más enigmático de esta ronda de comodines. ¿Qué versión vamos a ver de los Gigantes? ¿La que puede tener en la lona a los invictos Patriotas en el último cuarto o la que permite que los Vikingos (fuera de estos playoffs) les den una paliza de 41-17 en su propio estadio? Y lo mismo para los Bucaneros: ¿van a ser el conjunto que estuvo 8-4 cumplidos tres tercios de campaña o el que cerró con 1-3 el último mes? Por la misma irregularidad de ambos conjuntos tomo a Tampa Bay, que al menos en casa mostró una defensiva durísima, que le valió quedar sembrada como la número dos de la Liga.

Tennessee en San Diego
Contrario a los tres duelos anteriores, donde la paridad se impone, en este enfrentamiento no veo cómo los Titanes puedan sacar la victoria de Qualcomm Stadium. El equipo de Jeff Fisher no es malo y está en la postemporada por méritos propios con su marca de 10-6; sin embargo, con tantas lesiones en su cuerpo de receptores, su ataque será unidimensional y los Cargadores sólo tendrán que prepararse para frenar la carrera, mientras con su ofensiva versátil desgastan a la defensiva visitante. Me quedo todo el camino con San Diego.

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Patriotas, el mejor equipo de la historia


Hoy, sábado 29 de diciembre de 2007, tendrá que ser registrado como uno de esos días que cambió la historia de la NFL. Con una victoria sobre los Gigantes de Nueva York --la cual puedo garantizarles--, los Patriotas de Nueva Inglaterra van a terminar invictos la temporada regular y podrán reclamar el título del mejor equipo de todos los tiempos, al menos en lo que a un calendario regular se refiere.
El récord de 16-0 de estos Patriotas será superior al 14-0 de los Delfines de Miami de 1972, no sólo por razones obvias, es decir, por esos dos triunfos de más, que no son culpa de los Pats ni de los Dolphins, sencillamente la campaña se limitaba a 14 juegos entonces y a 16 ahora, sino también por la calidad de los rivales a los que vencieron en el camino a la perfección.
Quizás no mucha gente sepa que en la fase regular de su multipublicitada temporada perfecta, los Delfines sólo vencieron a dos equipos con marca ganadora. De hecho, los pupilos de Don Shula enfrentaron uno de los calendarios más fáciles en la historia de la NFL, ya que el porcentaje ganador de sus rivales fue de apenas .396, producto de 70 victorias, 108 triunfos y cuatro empates.
Por supuesto, los fanáticos de los Delfines serán los primeros en defenderse con el argumento de que los Pats del 2007 han derrotado dos veces a su escuadra, hoy con una vergonzosa foja de 1-14, lo mismo que a los Jets de Nueva York (3-12), pero estarían tratando de tapar el sol con un dedo.
Sin contar el registro de los Gigantes, las víctimas de los Patriotas se combinan hasta ahora para 101 victorias y 123 descalabros, un porcentaje de .450 que, de entrada, es mayor al de los enemigos de Miami del ’72; sin embargo, lo que para mí le da legitimidad a esta hazaña de Nueva Inglaterra es lo siguiente.
Los Patriotas de este año han superado a todos los campeones divisionales de la Conferencia Americana (Pittsburgh, Indianápolis y San Diego), así como al mejor conjunto de la Conferencia Nacional (Dallas). Hablamos nada menos de cuatro organizaciones con un mínimo de 10 triunfos esta campaña. A esta lista tendremos que agregar a los Gigantes, también con 10 éxitos cosechados y ya en playoffs, así como a otros dos equipos que podrían calificar mañana, Cleveland (9-6) y Washington (8-7).
Ya no voy a entrar en la comparación de puntos anotados y márgenes de victoria porque está de más. Todo se resume en que Nueva Inglaterra está por imponer una nueva marca de la Liga en unidades marcadas en una temporada (Minnesota la posee con 556, en 1998), amén de que ya rompió la de más touchdowns (71), que pertenecía a los Delfines, pero de 1984, con 70.
Y no olvidemos las fantásticas actuaciones individuales de Tom Brady y Randy Moss, quienes se aprestan a implantar nuevos récords de pases de touchdown –Brady necesita uno para igualar los 49 de Peyton Manning en 2004– y recepciones de anotación –Moss precisa de una para empatar las 22 de Jerry Rice en 1987–.
Ahora bien, la victoria de esta noche convertirá los Patriotas en el mejor equipo de la historia en temporada regular, pero nada más. Antes de etiquetarlos como los mejores de todos los tiempos necesitan ganar dos juegos más de playoffs y el Super Bowl, lo cual, dijera la extinta “Nana Goya”, es otra historia.
Tan sólo les recuerdo que los mejores conjuntos de las últimas tres fases regulares ni siquiera llegaron a la magna cita: en 2004, los Acereros con su marca de 15-1 perdieron la final de Conferencia precisamente con los Patriotas; en 2005, Indianápolis con su 14-2 cayó en Juego Divisional justo ante Pittsburgh y, en 2006, los Cargadores y su 14-2 también fueron frenados en Juego Divisional por los mismos Pats que, por obvias razones, saben que esta noche habrán ganado algo extraordinario, pero no lo más importante: el campeonato.
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Ahora sí están casi todos los que deben estar


Si ustedes son seguidores del futbol americano profesional, de por lo menos cinco años a la fecha, sabrán que cada temporada, cuando se anuncia a los jugadores elegidos para el Tazón de los Profesionales, sucede lo mismo: muchos están sólo por su nombre o popularidad y, otros más, no figuran aun cuando sus estadísticas avalan con creces su viaje a Honolulu, Hawai.
Sin embargo, tengo que admitir que la votación de este año, salvo por tres o cuatro casos, es una de las más justas que recuerdo en un buen tiempo, aun cuando los integrantes de siete conjuntos no alcanzaron suficientes sufragios para estar en el Juego de Estrellas de la NFL y sólo podrán acudir como suplentes.
He escuchado y leído a algunas personas que consideran que los Patriotas de Nueva Inglaterra, y no los Vaqueros de Dallas, deberían ser el equipo con más jugadores en el Pro Bowl, debido a su campaña perfecta que, por cierto, incluye una paliza sobre los Cowboys en el mismísimo Texas Stadium.
En lo personal, no creo que el número de estrellas seleccionadas para este compromiso necesariamente refleje que una escuadra es mejor que otra. De hecho, pienso que los Vaqueros tienen tres elementos más que los Pats en la cita estelar (11 contra ocho), a causa de la menor cantidad de talento que existe en la Conferencia Nacional respecto de la Americana.
He analizado los casos de los 11 Vaqueros electos por los aficionados, jugadores y entrenadores, y en verdad considero que merecen todas excepto una de sus nominaciones, la del pateador de lugar, Nick Folk, quien aun cuando ha cumplido con una gran campaña, no ha sido mejor que su colega Mason Crosby, de los Empacadores de Green Bay.
De hecho, quizás los Packers podrían quejarse de otra injusticia con su receptor Greg Jennings, novato con 50 recepciones para 878 yardas y 12 touchdowns, pero estadísticamente, salvo por sus viajes a las diagonales, no supera a ninguno de los cuatro seleccionados (Larry Fitzgerald, Terrell Owens, Donald Driver y Torry Holt).
Yo, al momento de emitir mi boleta por Internet, sí incluí a Jennings y no consideré a Holt, pero si lo vemos desde un punto de vista objetivo, las 86 recepciones para 1096 yardas y siete anotaciones del veterano de los Carneros son más meritorias que las cifras del joven de Green Bay, si consideramos las múltiples lesiones que ha enfrentado la ofensiva de San Luis, empezando por el quarterback titular, Marc Bulger.
En fin, esto es lo polémico, pero también lo que le da “sazón al caldo”, en una elección abierta al público, en la que juegan factores, insisto, como la popularidad e, incluso, la fidelidad de un aficionado a su equipo. Siento que entre quienes sí harán el viaje de a gratis a Honolulu son los profundos de la Conferencia Americana, Ed Reed y Troy Polamalu, quienes se beneficiaron claramente de su prestigio, ya que en cuestión de numeritos y actuaciones Sammy Knight (Jacksonville) y Sean Jones (Cleveland) han sido mucho mejores, pero, por lo demás, máxime ahora que Fred Taylor, corredor de los Jaguares, ocupará el lugar del lesionado Willie Parker, creo que en este Tazón de los Profesionales estarán casi todos los que deben estar.
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Receta para la imperfección


Una de las principales noticias de ayer en la NFL fue el anuncio de que el propietario de los Delfines de Miami, Wayne Huizenga, se encuentra en pláticas con dos empresarios inmobiliarios, Jorge Pérez y Stephen Ross, para vender la franquicia en la nada despreciable suma de entre 1.1 y 1.2 billones de dólares.
De acuerdo con los reportes, la frustración de Huizenga crece con cada nueva derrota en esta infame campaña de los Dolphins, hasta llegar al punto de considerar seriamente la venta, lo cual, me parece, sería lo más adecuado para todas las partes, es decir, para él, el equipo y los aficionados.
El que Miami se encuentre hoy con marca de 0-13 no obedece sólo a situaciones de este año, sino que es producto de una serie de pobres decisiones de la gente a la que Huizenga le delegó el poder en los últimos siete años. Ojo, no eximo de culpa al magnate por esta temporada de ignominia de los Delfines, pero reconozco que al asumirse como un hombre de negocios, que poco o nada sabía de futbol americano, hizo lo correcto al dejar la operación deportiva en otras manos, aunque su pecado ha sido precisamente en qué manos la ha puesto.
Y es que en el 2000, tras el final de la turbulenta era de Jimmy Johnson al frente de los Dolphins, comenzaron en cascada las malas determinaciones. No voy a defender Dave Wannstedt, una excelente persona e, incluso, a quien considero un buen entrenador a secas, pero su falta de liderazgo, complementada por la sarta de estupideces de Rick Spielman, quien fue nombrado gerente general, comenzaron a cavar la tumba en la cual reposa actualmente el club.
Enumerar en este espacio el rosario de errores de la dupla Wannstedt-Spielman es imposible, pero podemos resumirlos en sus dos movimientos más “brillantes”: le dieron la primera selección colegial de 2002 y 2003 a Nueva Orleáns por el inestable Ricky Williams, quien ha pasado más tiempo rehabilitándose de sus adicciones que en el campo de juego, y la segunda de 2005 a Filadelfia por el quarterback A.J. Feeley, quien hoy está de regreso con las Águilas.
Para 2005, Huizenga dejó ir a Jim Bates, coordinador defensivo que había hecho un buen trabajo como interino al sustituir a Wannstedt en la campaña de 2004, que concluyó con foja de 4-12, y le entregó las llaves del auto al prestigiado coach de la Universidad Estatal de Louisiana (LSU), Nick Saban, quien también asumió las decisiones sobre el personal, pese a contar con Randy Mueller como gerente general.
Con todo el poder, dos años le bastaron a Saban para hacer más profunda la cripta de los Delfines. El único baluarte de sus reclutamientos colegiales es el corredor Ronnie Brown y, por el contrario, también entregó una segunda selección, la de 2006 a Minnesota, por Daunte Culpepper, aun cuando el quarterback se encontraba en rehabilitación de una triple ruptura de ligamentos en la rodilla derecha.
Culpepper sólo pudo jugar cuatro partidos con muy pobres resultados y, al darse cuenta de que el paquete era demasiado grande para él, Saban renunció al finalizar su segunda temporada e hizo la graciosa huida de retorno a las filas universitarias, donde hoy dirige a Alabama.
Para esta campaña, Huizenga optó por regresar al sistema de un entrenador en jefe que se haga cargo sólo de los planes de juego y un gerente general para las decisiones de personal, puestos que recayeron en Cam Cameron, ex coordinador ofensivo de San Diego, y el propio Mueller.
Al margen del desastre que heredaron, sus resoluciones tampoco han sido las más adecuadas, siendo la más criticada su selección de primera ronda en el pasado draft, donde con el turno nueve global tomaron al receptor y regresador de patadas Ted Ginn Jr., en lugar del quarterback Brady Quinn, uno de los mejores prospectos en la posición.
Además, Cameron dio de baja a Culpepper, quien ya estaba completamente recuperado, sin permitirle competir por el puesto con el veterano de 37 años Trent Green, hoy casi retirado tras sufrir su segunda conmoción de tercer grado en campañas consecutivas.
Es así, a muy groso modo, como los Delfines de Miami, hasta hoy –todavía Nueva Inglaterra tiene que conseguirlo– el único campeón invicto en la historia de la NFL, ha preparado cuidadosa y lentamente la receta para la imperfección, una que, como podemos ver, es tan difícil de lograr como la contraria, la que están cocinando los Patriotas.
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