Qué difícil es decir adiós al ayer y resignarse a seguir viviendo sin algo o alguien que has amado durante tanto tiempo. Creo que eso debe estar pensando Brett Favre, luego de anunciar su retiro de la NFL el pasado martes –y confirmarlo dos días después–, como también lo estoy pensado yo y, junto conmigo, miles de fanáticos y analistas del futbol americano profesional.
Hoy vuelvo a sentir esa infinita nostalgia que sólo produce el adiós de un ser entrañable. Y es que al irse Favre, perdemos al jugador más representativo de lo que deben ser éste y todos los deportes, tanto profesionales, como colegiales y amateurs: competitividad, disciplina, constancia, profesionalismo, sacrificio, excelencia y éxito, pero, sobre todas las cosas y por delante de cualquiera, un juego.
Favre sentía y vivía el futbol americano como quizás ningún otro profesional lo ha hecho y, por esa sencilla razón, tenemos que agradecerle el haber traído de regreso a la NFL el sentido lúdico del deporte. Peyton Manning puede lanzar seis pases de touchdown una tarde y con algo de suerte lo veremos sonreír, pero incluso con la sonrisa dibujada, la frialdad de su rostro –de niño aplicado– no transmite mayor cosa; en cambio, bastaba ver a Favre convertir una jugada rota en un primero y diez para que dejara salir toda clase de emociones.
No sé ustedes, pero antes que recordar a Favre por todos sus récords –que seguramente en algunos años se repartirán entre el mayor de los Manning y Tom Brady, claro, excepto el de más juegos iniciados de manera consecutiva por un quarterback–, voy a recordarlo como la esencia de un buen deportista. Porque además de repartir alegrías en el emparrillado, Brett supo sobreponerse a todas las adversidades e, incluso, divertirse en medio de ellas.
Adicto confeso a los analgésicos y la cerveza en los primeros años de su carrera profesional, Favre impuso la fortaleza de su espíritu y sepultó a sus demonios. Tampoco las penas personales pudieron horadar su corazón de guerrero valiente, pues por el contrario, inspiró a su esposa, Deanna, para que superara el cáncer de mama, y se inspiró en el fallecimiento de su padre, Irvin, para brindar un juego memorable en lunes por la noche, en Oakland, en el que tuvo humor no sólo para jugar, sino para lanzar cuatro pases de touchdown y festejarlos como en un domingo cualquiera.
Ese era Brett Favre, un héroe arrancado de las páginas de los comics y aterrizado en un emparrillado. Sus múltiples intercepciones –también un récord de la NFL–, las lesiones y el verlo derramar sangre por alguna herida fueron necesarios para recordarnos que era humano, aunque su marca de 253 partidos iniciados de manera consecutiva, –275 si incluimos los playoffs– se empeñe en retornarlo al terreno de la ciencia ficción.
No soy fanático de los Empacadores de Green Bay, pero como amante del futbol americano, lamento profundamente el retiro de Brett Favre y hubiera deseado que tardara en llegar uno, dos o muchos años. Ya sé que peco de egoísta, porque luego de regalarnos 17 años de su vida, anteponiendo el juego a sus familiares y seres queridos, ni yo ni nadie teníamos derecho a pedirle que volviera para jugar un año más, pero cómo me hubiera gustado que su carrera continuara.
En estos tiempos en que drogas, anabólicos y toda clase de trampas –como las de Bill “Belicheat” y sus video-Patriotas– inundan el mundo deportivo, Favre era un bálsamo que aliviaba el alma y le devolvía esperanza al deporte. ¡Cómo te vamos a extrañar Brett!.. Muchas, pero muchísimas gracias por las memorias… No cabe duda, qué difícil es decir adiós al ayer y resignarse a seguir viviendo sin algo o alguien que has amado durante tanto tiempo.
Espero sus comentarios en www.mrfootballmex.blogspot.com y en los correos rsanchezl@ova.com.mx y ricksan13@yahoo.com. Hasta la próxima.
Hoy vuelvo a sentir esa infinita nostalgia que sólo produce el adiós de un ser entrañable. Y es que al irse Favre, perdemos al jugador más representativo de lo que deben ser éste y todos los deportes, tanto profesionales, como colegiales y amateurs: competitividad, disciplina, constancia, profesionalismo, sacrificio, excelencia y éxito, pero, sobre todas las cosas y por delante de cualquiera, un juego.
Favre sentía y vivía el futbol americano como quizás ningún otro profesional lo ha hecho y, por esa sencilla razón, tenemos que agradecerle el haber traído de regreso a la NFL el sentido lúdico del deporte. Peyton Manning puede lanzar seis pases de touchdown una tarde y con algo de suerte lo veremos sonreír, pero incluso con la sonrisa dibujada, la frialdad de su rostro –de niño aplicado– no transmite mayor cosa; en cambio, bastaba ver a Favre convertir una jugada rota en un primero y diez para que dejara salir toda clase de emociones.
No sé ustedes, pero antes que recordar a Favre por todos sus récords –que seguramente en algunos años se repartirán entre el mayor de los Manning y Tom Brady, claro, excepto el de más juegos iniciados de manera consecutiva por un quarterback–, voy a recordarlo como la esencia de un buen deportista. Porque además de repartir alegrías en el emparrillado, Brett supo sobreponerse a todas las adversidades e, incluso, divertirse en medio de ellas.
Adicto confeso a los analgésicos y la cerveza en los primeros años de su carrera profesional, Favre impuso la fortaleza de su espíritu y sepultó a sus demonios. Tampoco las penas personales pudieron horadar su corazón de guerrero valiente, pues por el contrario, inspiró a su esposa, Deanna, para que superara el cáncer de mama, y se inspiró en el fallecimiento de su padre, Irvin, para brindar un juego memorable en lunes por la noche, en Oakland, en el que tuvo humor no sólo para jugar, sino para lanzar cuatro pases de touchdown y festejarlos como en un domingo cualquiera.
Ese era Brett Favre, un héroe arrancado de las páginas de los comics y aterrizado en un emparrillado. Sus múltiples intercepciones –también un récord de la NFL–, las lesiones y el verlo derramar sangre por alguna herida fueron necesarios para recordarnos que era humano, aunque su marca de 253 partidos iniciados de manera consecutiva, –275 si incluimos los playoffs– se empeñe en retornarlo al terreno de la ciencia ficción.
No soy fanático de los Empacadores de Green Bay, pero como amante del futbol americano, lamento profundamente el retiro de Brett Favre y hubiera deseado que tardara en llegar uno, dos o muchos años. Ya sé que peco de egoísta, porque luego de regalarnos 17 años de su vida, anteponiendo el juego a sus familiares y seres queridos, ni yo ni nadie teníamos derecho a pedirle que volviera para jugar un año más, pero cómo me hubiera gustado que su carrera continuara.
En estos tiempos en que drogas, anabólicos y toda clase de trampas –como las de Bill “Belicheat” y sus video-Patriotas– inundan el mundo deportivo, Favre era un bálsamo que aliviaba el alma y le devolvía esperanza al deporte. ¡Cómo te vamos a extrañar Brett!.. Muchas, pero muchísimas gracias por las memorias… No cabe duda, qué difícil es decir adiós al ayer y resignarse a seguir viviendo sin algo o alguien que has amado durante tanto tiempo.
Espero sus comentarios en www.mrfootballmex.blogspot.com y en los correos rsanchezl@ova.com.mx y ricksan13@yahoo.com. Hasta la próxima.